Abierto por vacaciones

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Estaba escribiendo un post sobre la despedida de los compañeros del Departamento que hoy se marchaban de vacaciones (los que no lo han hecho ya). Y lo he perdido. Todo por querer probar la herramienta ScribeFire para Firefox... NO la recomiendo. Además, casi se me carga la entrada anterior, sobre el 4,8 (¡que tenía y tiene comentarios y todo!)

No soy capaz de reproducir exactamente lo que estaba escribiendo, pero en esencia la idea es que, como ya dije en el primer post, este verano me quedo solo en el Departamento. Ni siquiera estará mi compañera de despacho, que este año (una vez terminada la Tesis) se toma un merecidísimo descanso.

Me quedo, con la intención de darle un empujón a mi Tesis y adelantar otras faenillas de investigación que llevo en marcha.

Por tanto, comienzo este blog con el atípico relato de un mes de agosto. Sólo estaré yo, yo y mi Tesis ("yo y mi llama, pues llama se llama"), y la gente que aparezca esporádicamente por el Departamento, cual artista invitado ("guest starring"), a realizar cualquier recado o similar.

4,8 y suspendido

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El otro día me enteré que el hijo de un amigo de mi padre ha sido suspendido por WP, un compañero mío, con un 4,8 de nota final.

He oído muchas "leyendas" de gente suspendida con notas cercanas al 5, pero esta es la que he vivido más de cerca, que yo recuerde.

Como profesor nunca he suspendido a nadie con esa nota. ¿Qué diferencia hay entre un 4,8 y un 5? Llamadme "blando", si queréis, pero incluso siendo prácticos, poner un 4,8 a un alumno es un problema: seguro que va a acudir a la revisión de exámenes con aires de guerra.

Por lo general, a partir de 4,7 ó 4,75 suelo "subir" la nota automáticamente a 5. En esos casos, NO hago pasar al alumno por el trámite de la revisión; me parece innecesario y, por tanto, una pérdida de tiempo para ambos. En cambio, he oído de profesores que son capaces de publicar una nota final provisional de 4,96, aun sabiendo que después la redondearán a 5, sólo para que el alumno vaya a rendirles visita ("que venga a la revisión"; y si no viene, a lo mejor lo dejan con el 4,96...).

AC y Chus, otros dos compañeros, suelen hacer algo parecido. Tras la corrección, seleccionan los alumnos que están entre 4,5 y 4,99. Revisan los exámenes y, si están para aprobar, les aumentan la nota a 5. En cambio, si los ven flojos, revisan a la baja el examen. Esto último puede ser discutible, pero en el fondo evita problemas, y en la práctica el resultado final es el mismo: el alumno que está para aprobar aprueba, y el que no, no.

Por supuesto, no hace falta decir que NO estoy de acuerdo con la filosofía de todavía demasiados profesores de que cuantos más alumnos suspendas, mayor prestigio adquiere tu asignatura. Asqueante. Una cosa es preparar a los alumnos para la vida diaria, para el mundo real, y otra cosa es putearlos.

Volviendo al caso con el que empezaba este post, la verdad, no sé en qué estaba pensando WP cuando puso ese 4,8. Sus razones tendrá; supongo que el examen, en global, no estaba para aprobar, pues mantuvo la nota en la revisión.

El caso es que el alumno estaba súper mosqueado e indignado, porque no se esperaba suspender esa asignatura. Era su primer año en la Universidad, se había dejado otra asignatura para septiembre, y no contaba con esta "sorpresa". Dice haber estudiado bastante, pero advierte, con cierta prepotencia, amenazante, que el próximo curso no piensa esforzarse tanto, porque este curso, dice, "se ha perdido muchas cosas". ¿Se referirá a fiestas de bienvenida, botellones de fin de semana, juegas indeterminadas...?

Aunque no creo que deba ser a base de cuatros y pico, en este caso, sí que creo que este alumno todavía tiene mucho que aprender.

La reforma de la LOU

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Todos estos temas ya cansan. Pero he encontrado un enlace interesante:


Por cierto, otra abreviatura: Ley Orgánica de Universidades.

A treinta y tres, y comenzando

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Hoy comienzo este blog. Llevaba ya tiempo con la idea en la cabeza, y al final me he decidido a llevarla a cabo.

Y comenzaré por uno de los grandes tópicos o falsos mitos del profesor universitario: las vacaciones.

Sí, todo el mundo conoce a alguien que conoce a alguien que trabaja en la Universidad y que... bueno, tiene tres meses de vacaciones. ¡O incluso más, porque las clases suelen terminar a finales de mayo, y no se reanudan hasta finales de septiembre!

El comentario acerca de las vacaciones suele venir después del de las horas de trabajo. Habitualmente, la conversación comienza así: "Qué chollo debe de ser, eso de ser profesor de universidad, ¿verdad? ¿Cuántas horas trabajas a la semana? ¿Diez? ¿Doce?"... Pero de eso hablaremos otro día.

Ya que estamos en verano, lo primero será hablar de los falsos cuatro meses de vacaciones.

Las clases terminan en mayo, sí. ¿Que qué hacemos hasta que comienzan de nuevo? Bueno, pues: poner exámenes, tutorías previas a los exámenes, cuidar exámenes, corregirlos, colgar las notas, atender a los alumnos que quieren revisar su examen, generar las actas con las notas definitivas, empezar a preparar los exámenes de septiembre (y vuelta a empezar). Los exámenes condicionan la vida no sólo de los estudiantes, sino también de los profesores; claro que sí.

[Otro día hablaré también de los compañeros que pasan de toda esa faena; se creen que están por encima de todo. Son los que, al leer el párrafo anterior, pensarán "Qué pringao".]

Bueno, no es demasiada faena, la verdad. No está mal. Por lo menos, es una rutina distinta a la del resto del curso. En el fondo, hay que evaluar de alguna manera los conocimientos (o el aprendizaje, como se dice ahora) de los estudiantes.

[Ya llegará el día en el que las metodologías de aprendizaje activo (¿o metodologías activas de aprendizaje?) se implanten totalmente, junto con métodos de evaluación automáticos y ¿muchísimo más justos?, etc. Cuando la convergencia hacia Bolonia llegue a su culmen y sea total y completa... Creo que por ahora todo eso es ciencia ficción. Dentro de 50 años, a lo mejor se habrán eliminado las tareas repetitivas y mecánicas en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pero de momento... Ya me he ido por las ramas.]

Pero es que no sólo se trata de la docencia. Para bien o para mal, no.

A ver, lección primera. ¡Que lo sepas! Un profesor universitario dedica (o debería dedicar) su tiempo a al menos dos de estas tres ocupaciones:

  • Docencia
  • Investigación
  • Gestión

Docencia: dar clase. Investigación: hablar (y escribir) del sexo de los ángeles hasta que al final obtienes algún resultado que es (o puede ser) útil para la sociedad. Gestión: ser Director de Departamento, Director de Escuela o Decano de Facultad, Vicerrector, etc. (o sea, mariconear).

Entre esas tres tareas o grandes temas divide su tiempo de trabajo un profesor universitario, en mayor o menor medida, en función de su categoría, puesto, cargo, etc. Sólo he dado una pequeña definición (a mi estilo) de lo que supone cada una de ellas. Ya iré profundizando más, en futuras ocasiones.

Lo normal es dedicarte a dar clases y a investigar. Y lo normal, por desgracia, es que te encuentres con profesores a los que sólo les guste dar clase, o (mucho más frecuente) sólo les guste investigar. O hacer como que investigan.

Y otro día seguiré también por ahí.

Ha llegado ya el momento de presentarme. Soy Profesor Colaborador. Llevo cerca de 6 años dando clase en la Universidad. También investigo; estoy haciendo la Tesis Doctoral. O sea, que en el fondo, también soy alumno.

Por partes... ¿Qué es un Profesor Colaborador? Es un tipo de figura contractual, de entre las existentes dentro del conjunto del PDI (Personal Docente e Investigador; ya hablaré otro día de las abreviaturas) de una Universidad. Un tipo de profesor, vamos; no funcionario, para más señas. Una especie de "interino", según dicen algunos, ya que el Profesor Colaborador tiene contrato indefinido.

[En la última reforma de la Ley de Universidades eliminaron la figura de Colaborador, pero no del todo. Un lío. Una compañera mía está acreditada como Colaborador pero no han podido sacar su plaza; ahora mismo no pueden contratarse Colaboradores. Pero ese es un misterio que intentaré explicar más adelante, en un futuro, y que escapa al propósito de este post introductorio.]

¿Qué significa ser un Profesor Colaborador? Ser un pringao que, por contrato, tiene que impartir 33 créditos de clase anuales, es decir, 330 horas de clase por curso académico (12 horas lectivas semanales, más 6 horas de tutorías). Tenemos por contrato una jornada laboral de 37,5 horas semanales (de nuevo, trataré este tema otro día).

[Sí, efectivamente, 1 crédito son 10 horas de clase... de momento. Los nuevos créditos europeos (Bolonia de nuevo) son otro misterio que, por supuesto, forma parte de un nivel "advanced", y no de esta vuelta de reconocimiento inicial.]

Somos los que más tiempo dedicamos a la docencia. Lo normal es que un profesor Contratado Doctor, o Titular de Universidad (figuras con más "caché") tengan asignados un máximo de 22 créditos por año. En mi Universidad, si eres Profesor Colaborador y además tienes el grado de Doctor, entonces te rebajan el máximo de 33 a 22 créditos, también.

Yo soy Profesor Colaborador. No soy Doctor. Estoy a 33 créditos.

Además, en mi Departamento (la docencia se estructura por centros (Facultades, Escuelas, etc.) pero se reparte y se asigna por Departamentos) estamos al límite del overbooking: el cociente entre el número de créditos que tenemos asignados y el número de créditos que podemos dar entre todos es ¡más del 95%! Eso quiere decir que, repartidos más o menos de manera proporcional, todos vamos a impartir el próximo curso una cantidad de horas de clase muy cercana al máximo que nos corresponde. Algún día contratarán a algún otro profesor, pero de momento, na' de na'.

El tema eran las vacaciones.

Bueno, para resumir: este verano me quedo pringando todo el mes de agosto, para poder avanzar en mi Tesis. Tengo que aprovechar los periodos en que no hay docencia para dedicar más tiempo a la investigación, y centrarme más en ella.

[Sólo investigar se hace muy pesado. A mí me gusta dar clase, por el contacto con los alumnos, por el feed-back que obtienes respecto del esfuerzo y el tiempo que has dedicado a prepararte las clases o, en general, a que las cosas salgan lo mejor posible. En investigación, pasan semanas y te parece que no avanzas... Pero, de nuevo, eso se merece un post a parte.]

Y, bueno, agosto es agosto. El campus va a estar casi desierto. Sí, dicen que cada vez se ven más estudiantes que en agosto también vienen al campus a estudiar, en las bibliotecas y salas habilitadas a tal efecto. Pero profesores, lo que se dice profesores... pocos va a haber.

Para comenzar, en mi Departamento voy a estar yo solo, de guardián del castillo. Sé que en algunos días sueltos puede que aparezcan algunos compañeros, bien a hacer algún trabajo o tarea urgente, o bien simplemente a coger algo que se dejaron.

Me quedo en mi despacho, y no en mi casa, porque últimamente en el primero me concentro más. Tengo más ambiente de trabajo y, sobre todo... aire acondicionado. En casa también tengo comodidades (y aire), pero... de momento, para empezar el mes de agosto bien, voy a comenzar yendo al campus a trabajar (qué mal, qué contradicción: empezar agosto bien, yendo a trabajar). Algunas veces habrá trabajo que, por comodidad, me puedo llevar y hacer desde casa, o en el apartamento de mis padres, etc. Se verá. Tampoco voy a estar "encerrado" todo el mes. Ojalá pueda organizarme bien, centrarme, y aprovechar bien tanto el tiempo de trabajo como el de descanso. Este mes sí que no hay excusa.

Ni yo mismo esperaba que este primer post fuese a ser tan largo...

En post venideros, seré más breve y conciso. Iré directo al tema. Mi idea es ir comentando lo que me va sucediendo cotidianamente, junto con algunas reflexiones, siempre relacionado con mi trabajo. No todos los días voy a escribir, ni mucho menos.

Será mi visión sobre lo que veo a mi alrededor. No la visión, en general, sino una concreta.

¿Para quién escribo? Pues ahí está el lío. Mi público objetivo primario o natural son gente que esté relacionada con el mundo universitario, especialmente profesores jóvenes, personas preocupadas por o interesadas en las mil y una historias relacionadas con la investigación y la docencia, y que de alguna forma estén implicadas o en contacto con ese mundo.

Pero también escribo para cualquiera que pueda estar interesado, claro. Al redactar este primer post, he tenido muy en cuenta a la gente que NO tiene ni idea de qué va esto de ser profesor o no está en contacto con este auténtico submundo. Esto no podrá ser siempre así, porque entonces escribiría siempre unos post súper enrevesados y complicados, además de largos... La idea es: aunque no tengas aún ni idea de a qué se dedica un profesor de universidad, ni para qué sirve investigar... perfecto, este blog te va a interesar, justamente por eso. Y no sé llegarás a saber exactamente a qué me dedico o para qué sirve, pero te lo dejarás de preguntar. En algunos casos, alucinarás.

¿Por qué escribo? Porque sentía la necesidad de contar, de una manera anónima (mientras nadie me descubra)
algunas de las vivencias diarias desde esta burbuja, y también de verter algunas reflexiones esporádicamente (o no tanto). Desahogarme y, con un poco de suerte, interesar, divertir, deprimir, asombrar, irritar, relajar... en general, emocionar, en sentido amplio; hacer partícipe a la gente... Salir de la burbuja. Ya hablaré otro día de esto. Digan lo que digan, un blog siempre es una terapia (para el que escribe, y no sé si también para el que lo lee; probablemente, sí).

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