La verdad es que dar el curso en empresa, del que hablé el otro día, además de suponerme un estímulo para aprender a organizarme mejor en mi trabajo de investigación, me ha servido de pequeña renovación y reciclaje docente.
El jueves, resacoso aún por el largo día anterior, tuve clase de 8 a 9h con uno de los grupos a los que doy clase este cuatrimestre. Y ayer viernes tuve clases de 11.30 a 13h con otro grupo distinto, de otra asignatura en otro centro.
Pero, tanto el jueves como ayer, me resultó muy ameno dar la clase. Este cuatrimestre estoy teniendo muy buenos alumnos, la verdad. Gente más motivada que lo que viene siendo la media últimamente. Por eso, ya lo estaba pasando bien dando las clases. Además, me lo sé ya, en el sentido de que estoy repitiendo por tercer curso consecutivo prácticamente todo lo que imparto este año.
Pero, la verdad, el jueves y ayer di la clase con una motivación especial, y también con un estilo un poco diferente. Fue como si, en parte, adaptase un poco el estilo de dar cursos en empresa a dar una clase de Universidad.
Intenté pensar en hacerlo ameno, en introducir contenidos y materia planteándoles preguntas y haciéndoles pensar. En el caso de mis alumnos de los viernes, que son de primer curso (los niños, los llamo muchas veces, porque son bastante jovencitos), incluso planteé una especie de juego o acertijo, que tenía mucha relación con la materia que estábamos viendo. ¡Y funcionó!
Me he dado cuenta de que estaba siendo demasiado académico en mis clases, últimamente. Utilizo powerpoints, y cuento algunos chistes, y mi relación con los alumnos suele ser bastante cercana. Pero las materias que imparto suelen ser de carácter básico o fundamental, y no es fácil hacerlo ameno. Y por eso, se suele optar por lo fácil: dar el contenido lo mejor posible, para que, quien quiera, pueda enterarse.
Estaba olvidando por completo la posibilidad/obligación de intentar motivar a los alumnos, hacer cosas que sirvan para mantenerlos activos, captar su interés/atención, al mismo tiempo que introduces conceptos y avanzas en el temario (o sea, sin dejar de lado los objetivos y los contenidos, digamos). En el curso de empresa del miércoles aprendí que, si la gente que tienes delante está mínimamente interesada en lo que vas a explicar (es decir, si no está allí por obligación), es fácil (y por tanto, no hay que dejar de intentarlo) intercalar actividades más participativas con una parte más expositiva (es decir, la parte en la que explicas en la pizarra, por así decirlo).
A parte de la metodología, que es a lo que me estoy refiriendo, también me doy cuenta de que el jueves y el viernes pensé muchísimo más en los alumnos, a la hora de impartir la clase (hablamos de actitud del profesor, por tanto). ¿Cómo puede ser que todavía no me sepa los nombres de algunos? De repente, no me pareció bien, la verdad. Nunca he sido bueno en eso, pero reconozco que en este cuatrimestre no había puesto casi ningún interés en conocerlos, en tratarlos como personas individuales y concretas.
Recuerdo que en el cuatrimestre pasado sí que estuve mucho más acertado en este sentido. En esa mitad del curso, llevo un grupo yo solo, con teoría y prácticas, y me los acabo conociendo a todos; es más fácil pensar en ellos, tenerlos en cuenta, etc.
En definitiva, los alumnos a los que me estoy refiriendo son grupos buenos, y he de ser consciente para aprovecharlo, y hacer una buena labor. Me voy a exigir un poco más, pero lo voy a pasar muy bien. Suerte que este trabajo me gusta, la verdad.
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