Los árbitros siempre son los malos

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Se llaman referees, en inglés, igual que los árbitros de fútbol, aunque en español solemos referirnos a ellos como los evaluadores. Son los encargados de valorar si un artículo de investigación merece ser publicado o no, en una revista.

Cada revista científica tiene sus referees. No hay que hacer nada especial para ser referee. Sencillamente, empiezas a publicar artículos y, un buen (?) día, recibes una invitación de los editores de alguna revista para evaluar un artículo que les ha sido enviado.

Ser referee no se paga, y puede llegar a convertirse en un marrón, porque si los editores ven que lo haces bien, te envían más artículos para su revisión. Es el caso de mi compañero Chus, por ejemplo.

La mayoría de las revistas utilizan un sistema de evaluación ciego; es decir: tú no sabes quiénes son los referees que van a juzgar tu artículo.

Los editores envían tu artículo a tres referees, habitualmente (cada uno, además, desconoce quiénes son los otros dos). Después de leerlo, cada referee emite un dictamen individual, que puede ser de aprobación sin reservas, con reservas menores, o con reservas mayores, o bien de desestimación. Se supone que deben justificar su valoración y, en el caso de las reservas menores o mayores, indicar qué debe ser modificado o añadido en el artículo, en su opinión, para darle su visto bueno definitivo. Y aun en una segunda revisión, con los mismos referees, tras las modificaciones, te pueden tumbar el artículo.

En el caso de una revista a la que Zoe y Chus han enviado un artículo, se lo han tumbado porque, de los tres referees, uno lo ha rechazado directamente, otro lo ha aprobado con minor modifications (o sea, con reservas menores) y otro lo ha aprobado con major modifications (reservas mayores). La política de los editores de esta revista concreta, es rechazar directamente el artículo, en este caso.

Lo chungo viene cuando lees las argumentaciones de los referees; algo así como el acta arbitral en los partidos de fútbol, sólo que aquí cada referee justifica su decisión por separado, como acabo de comentar.

Hay muchas ocasiones en que las justificaciones que dan los referees sugieren que no han entendido bien el sentido del artículo, en todo o en parte, o directamente son incorrectas (por ejemplo, pueden objetar "en el artículo no se ha demostrado A", cuando en realidad sí lo has hecho, pero no se han dado cuenta). Por tanto, esas objeciones mayores o menores, en ocasiones, se podrían salvar con un simple diálogo (por e-mail, y a través de los editores, se entiende).

En este caso, Zoe y Chus lo han hecho (enviar un e-mail), y los editores les han propuesto que un cuarto referee evalúe su artículo; han tenido suerte (aún no sé si aceptarán, de todas formas). Pero otras veces, las normas son aplicadas con más rigidez, y te quedas con un artículo rechazado simplemente porque los referees que te han asignado son muy estrictos, o tenían un mal día, o son unos incompetentes.

Lógicamente, nadie te impide enviar el artículo a otra revista. Pero el proceso de revisión en algunas revistas es lentísimo, y pueden pasar años desde que envías un artículo hasta que te lo publican. Aun en el caso de que te lo aprueben a la primera, sin reservas, hay una demora de bastantes meses desde la aprobación hasta la publicación (a veces en las pruebas de imprenta se detectan erratas, etc.).

El proceso de revisión es mejorable; por ejemplo, podría haber una segunda ronda, si te lo rechazan, para comprobar si realmente el artículo es malo, etc. Pero eso supondría un colapso mayor (no hay mucha gente que quiera ser referee y que lo haga bien, porque precisamente están ocupados escribiendo sus propios articulos).

En algunas revistas, se paga para poder enviar un artículo. Así, se evita que la gente envíe artículos malos "por si cuela", pero se penaliza a los investigadores de los países mas desfavorecidos.

Crear referees de pago tampoco es la solución (sería lo equivalente a profesionalizar los árbitros, en el caso del fútbol español), porque se supone que se les exigiría más, dejarían de investigar, y eso les invalidaria como referees (además de que la mafia que se crearía alrededor del tema sería peor que la enfermedad).

La conclusión es que, como en el fútbol, los árbitros (referees) siempre son los malos de la película, lo hagan como lo hagan, y que, al menos, somos libres de criticar todas sus decisiones, independientemente de cuáles sean. Lo malo es que, forofismos a parte, las decisiones de estos árbitros son más trascendentes para nuestra vida diaria que las de los campos de fútbol.

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